jueves, 30 de junio de 2011

Diario de viaje

     Y sorprende que yo, que siempre había creído que la rutina era cosa de locos, que los destinos de la gente los marca el segundero del reloj, me de cuenta ahora de que estoy en el café de siempre, pidiendo uno con leche, esperando al bus Santiago-Ferrol con otros cuatro pelagatos, dispuesta a sentarme en la ventanilla izquierda de la segunda fila de asientos, contando a partir de la segunda escalera.
     Tanto viaje me ha abierto el apetito lector. Demasiado tiempo perdido en cada trayecto, lo cual se soluciona con un buen libro para llevar. Por que un libro es como un café, que me sabe mejor para llevar. Te lo tomas y lees dónde y cuándo te apetece. Y llevarte "Tonto, muerto, bastardo e invisible" de J.J. Millas y desentrañar sus rarezas acompañadas del café en cualquier parte, con un solito decente, es toda una gozada. Y lo mismo con "El gato y el ratón" de Günter Grass.
     En definitiva, que al pasar la única parada del trayecto, ya sé por la reiteración del viaje que quedan unos veinte minutos. Asi que voy pensando en cual de las dos únicas paradas bajo. A las tres menos cuarto ya no hay nada más abierto que algún super y las cafeterías de la zona. Se ve que por mucho que se quiera salir de lo de siempre, no hay mucha opción disponible, por lo que vuelvo a llenar mis horas muertas con café para leer y páginas para llevar. O al revés. O, en definitiva, café con páginas. Suena a oferta de desayuno. Algo así como un desayuno continental de biblioteca. Te ponen el café, un zumito y buffé libre para leer, toda una selección de libros para disfrute del cliente. Señores hostaleros, propónganselo, sería un plan interesante con un marketing apropiado y prometo no gastar bromas pesadas con el copyright.
    Asi que en definitiva, con tanto viaje y tanta sorpresa personal, no he contado nada nuevo. Y eso que esto del blog no pretende ser tan rutinario. Y aun asi, no hay modo oiga, por que total, lo van a leer los cuatro monos de siempre (no olvidemos que los cuatro gatos eran los que esperaban conmigo al bus). Pero por lo de ahora, vamos a continuar con la rutina estudiantil, que tampoco esta de mas, y a dejarnos de cambios vitales, que la hora del desayuno ya hace tiempo que se paso y en este poco rato no va a cambiar el mundo.

sábado, 18 de junio de 2011

Estados de conciencia

     Retomo el teclado del ordenador para reflexionar un rato entre libro y libro. Y es que ya iba siendo hora, que entre unas cosas y otras pienso mil veces en bloggear, y que conste que tengo varias entradas empezadas... pero a la hora de la verdad no encuentro la forma de acabarlas y ahí quedan, en la despensa de textos a medias.
     Pero vamos con lo de hoy. Resulta que por ciertos temas personales, he estado pensando en las cosas buenas y las malas. Se trata de una separación estricta, las cosas están bien o mal, no se puede estar regular...al igual que no se puede estar medio-muerto, ni se deja la ventana medio-abierta. Pues en temas éticos, las cosas se dividen en bien y en mal y se engloban en uno u otro campo dependiendo del marco espacio-temporal. El árbitro que tenemos dentro, el Sr. Conciencia, toma sus decisiones en base a la cultura que nos inculcan desde niños. Por lo tanto, no todos debemos coincidir a la hora de ver una acción de una u otra forma.
     Personalmente, siempre me he jactado de ser una de esas personas cuya balanza de lo bueno y lo malo está bastante equilibrada. Pienso que mis ideales de lo que se debe o no se debe hacer son lo suficientemente decentes y que la educación que me han dado en mi casa es impecable. Por otro lado, no sólo conozco esa balanza si no que suelo tenerla en cuenta  a la hora de tomar todas mis decisiones, y el antes nombrado Sr. Conciencia siempre ha estado ahí, como un maestro que repite y repite las cosas para que todo salga tal y como el quiere. Pero eso es hasta que aparece un conflicto de la siguiente calaña: El gato tiene curiosidad por algo, y aunque sabe que no es lo correcto, algo le impulsa ha hacerlo... y una vez hecho, la conciencia no funciona, no da señales de que eso esté mal... el gato no se siente culpable a pesar de que tiene conocimiento de causa, a pesar de saber que ha hecho algo malo... y piensa que, aunque la curiosidad mató al gato, en este caso el gato no salió herido...
     Entonces, ¿qué ocurre cuando los sensores del Sr. Conciencia, de pepito grillo, de ese algo que nos dice que debemos hacer, dejan de funcionar? ¿Hasta que punto las cosas son "malas a medias" o "malas del todo"? ya que, al fin y al cabo, si la conciencia del bien y el mal no es universal, si no que depende de las culturas, debería ser posible una puntualización, debería ser posible una gradación a la hora de valorar lo que hacemos...¿o no?